NYC, dia ocho

Los excesos de Von Rommel nos quitaron la manhana, la cual invertimos en recuperarnos de la noche anterior. La consigna ahora fue recorrer Chinatown en busca del lugar tailandes que ha capturado mi preferencia. Chinatown, como siempre, no decepciona. Patos muertos colgados en las ventanas, la Ice Cream Factory, el Templo Budista Mahayana, las festividades del anho nuevo lunar -dragones y musica tradicional incluida. Manga, I heart NY t-shirts, Keneth Cole Reactions bamba, shogi e instrumentos tradicionales en Columbus Plaza, y para terminar el recorrido con broche de oro. Finalmente, Pongrsi Thai, el restaurante al final de Bayard Street con el mejor pollo y quizas el mejor plato que he comido en mi indecente vida. Idas y vueltas por Broadway Street, ya en la tarde se llego de casualidad a un pequenho y tranquilo bar escandinavo en la parte mas lower del Lower East Side, el Good World. El duenho, un gigante de ancestral talante nordico, es ayudado por un par de latinos que le llegan a la cintura. Von Rommel y mi persona pedimos sendos platos de nombre impronunciable. Lo que en buen castellano seria queso en parrilla y muss de una fruta desconocida, en escandinavo tienen nombre mas compuesto que Rizo-Patro-Roca-Rey-Fernandez-Stoll. Para cuado la noche termino, el lugar estaba lleno de jovenes universitairos hablando de Thomas Mann, parejas multiraciales con bebes cuyas primeras palabras seran Vorstellung y muchos senhores de edad y bufandas que serian la envidia de cualquier consumidor de un inmundo Starbucks limenho. Fino, todo por obra y gracia de Von Rommel, genio que dispone y eleva las noches de Manhattan. Dos puchos en el patio del bar y la decision estaba tomada. Yo, actualmente, sin dinero y sin futuro, ya no podria regresar en mucho tiempo a la ciudad. Pero cuando ocurra, y carajo, si que va a ocurrir (si ya no en marzo, en dicimebre) volvere con la plata, la edad (en dicimebre ya tendria los 21 que en los States me hacen mayor de edad) y la decision de representar. Ni computadoras, ni Ipods ni Armanis distrairan mi mirada de lo mas fundamental en esta vida y en esta ciudad. Escuelear, escuelear y nada mas que escuelear. Gracias Von Rommel, por mostrar el camino.

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