Björk: ¡Viva la revolución!

En El teatro y su doble, Antonin Artaud reclamó la necesidad de una vuelta a formas tatrales más originarias, más directas y finalmente más revaladoras. La propuesta de Artaud tuvo un singular impacto en la Francia de inicios del siglo XX. Sin adherirnos necesarimante a sus postulados (de pretensiones estético-metafísicas) es posible entender su situación. El teatro psicologista realista (marxista) era la regla; las restricciones del formalismo (y formulismo) habían calado en la núcleo del teatro, volviéndolo paradójicamente enajenado.
No pude evitar recordar todo esto cuando oí a Bjork en su concierto en Lima de este martes 13 pidiéndonos a nosotros, su hipnotizado publico "a really big favor". Ya antes del incio del concierto se nos había pedido apagar celulares y cámaras, molestas para todo artista sin duda. Lamentablemnte esta petición no fue acatada (¡buena Perú!) y el auditorio parecía un mar de pequeñas pantallistas brillantes. Se hace así entendible el pedido de la islandesa. Pero lo que hay que destacar aquí fue el argumento que esta usó. Esto es un concierto en vivo, dijo, no un CD. Quiero ver sus rostros, nos pidió.
Fue este coherente razonamiento -y la gran la cortesía con que fue hecho- lo que hizo que casi en su totalidad (no todos) los apartos electrónicos se apagaran y que la ya de por sí gran intensidad del concierto estallara.
Poco más puedo decir sobre el concierto. Si hace poco ha habido en este blog un "debate" sobre los límites del lenguaje racional, este es un ejemplo muy claro. El escenario las vestimentas, los instrumentos, las luces, los efectos, los músicos, los bailarines; la lista puede seguir, y sin embargo la suma de todos esos factores jamás se igualará a esta cantante.
La mujer está poseída (por un daimon brillante y furioso). Cada canción era nueva, no sólo porque se habían realizado sampleos de los temas, sino porque sabías que la Guðmundsdóttir la estaba viviendo contigo. El fluir de los sintetizadores y las trompetas se subsumieron al potente canto, a veces aullido y baile, siempre baile, de la islandesa. Años de experiencia sin duda; coreografía podría pensarse. Pero nunca se sintó así. Björk parecía inventar los pasos, la música, las letras a medida que los producía. Y los producía contigo.
En Hunter, nosotros fuimos una manada de lobos aullando para ella; en Who is it? nadamos en desasosiego; en Army of me nos volvimos un ejército de insatisfacción y reclamo; en Five years ella le dijo BABY a cada uno de nosotros; en Anchor song estábamos todos regresando a casa. Pero fueron Pluto y Declare indepedence los dos momentos climáticos sin lugar a dudas, los dos finales que Björk hizo el favor de regalarnos. Uno lleno de luces y ruido; el otro de exclamación y liberación.
La bandera de Islandia fue la bandera universal. La independencia de los formalismos y formulismos (a.k.a. cualquier diva pop o reggeatonero de moda) fue declarada. ¡Viva la revolución!, grito la semidiosa. Todos durante esas casi dos horas fuimos libres completamente.
Sin más que decir, sólo falta reportar la muy fina aparición de Raúl Gutiérrez y sus dos rubias (una era la CHELA y la otra su esposa, por supuesto). El desocultamineto de lo Fino atrae a todo el que ama la sabiduría. Ah, tambien estuvo Krebs.

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