Phineas' wake

Cosas que han llamado mi atención esta semana.

1. Luego de varios días, Evey descubre un pequeño hoyo en la pared de su celda. Hambre y tortura han sido sus únicas compañeras hasta ahora. No quiere confesar, pero su cuerpo se debilita y su alma con él; el hoyo, más que una distracción, es el hilo que la mantiene conectada a un mundo. Finalmente, Evey extrae del hoyo una carta. El papel no podría ser menos indicado para tal función: parece tratarse de un pedazo de servilleta o de papel sanitario. Y sin embargo, la letra es firme y cálida: es una carta de amor, escrita por una presa como Evey, que ocupó la misma celda que ella, que fue apresada por el mismo gobierno fascista que ella, y que murió en esa celda, como probablemente Evey muera en unos días. Así termina la carta: "I don't know who you are. Or whether you're a man or a woman. I may never see you or cry with you or get drunk with you. But I love you. I hope that you escape this place. I hope that the world turns and that things get better, and that one day people have roses again. I wish I could kiss you. Valerie"
(Comic: Moore, Alan, V for Vendetta, New York: DC Comics, 1990).
2.Era joven pero sabía lo que hacía. 13 de septiembre de 1848. Un trabajo que ya había realizado varias veces antes: Phineas Gage estaba rellenando con dinamita el agujero de una roca. Phineas era el capataz de la obra; sin embargo, todos los subalternos lo estimaban. Phineas era de aquellos. Veinticinco años, figura saludable, futuro prometedor. Phineas era de aquellos a los que la vida le sonreía, y a esta, Phineas le sonreía de vuelta. Y bien, el 13 de setiemre, realizando una labor que había realizado muchas veces antes, por error suyo -un error imperceptible, de esos de los que uno se olvida dos segundos después de cometerlos- la barra con la que introducía el explosivo en el hoyo tocó la roca e hizo explotar la dinamita. La barra, de 6 kilos de peso y un metro de largo, salió volando hacia la cabeza de Gage, entrando por debajo de su ojo izquierdo, atravesando su lóbulo frontal izquierdo y saliendo de nuevo por el vértice de su cabeza.
Cuando despertó, fue capaz de pararse por sí solo y de ir a la efermería. Le extrajeron la barra, le curaron la herida, le vendaron la cabeza. Le realizaron varios análisis y salvo la cicatriz y la contución en el lóbulo, todo parecía estar bien. Le preguntaron qué día era, cuál era la raíz cuidrada de 9 y a todo respondio acertadamente. No se sentía mal. De hecho, no estaba mal. Pero Phineas empezó a actuar extraño en el trabajo. Su comportamiento ondulaba de errático a violento. Su decisiones devinieron en arbitrarias y coléricas. Aunque seguía siendo una persona inteligente y calculadora, había perdido toda capacidad empática, y con ella, toda posibilidad de un juicio sensato y socialmente efectivo. Por doce años, Phineas deambuló encolerizado y alcoholizado. Finalmente se suicidó. La barra había afectado la parte del cerebro que, ahora se sabe, emite y controla las emociones. Una vida feliz, una vida racional como la entendemos y contrariamente a lo que comunmente pensamos, tiene algo que ver con el cálculo pero mucho más con los sentimientos.
(Libro: Damasio, Antonio, Descartes' error. Emotion, Reason and the Human Brain, New York: Avon Books, 1994).
3. Las olas al inicio de Nanook of the North. La imagen es inaudita; no recuerdo haber visto algo así en el alguna cinta anterior o posterior. Quizás sea el mar polar de esa región de Canadá, quizás sea el barco en movimiento desde donde la cámara enfoca, quizás sea la naturaleza adivirtiéndole al hombre blanco que no es bienvenido. Puede que como documentalista, Flaherty se haya tomado demasiadas libertades -libertades con respecto a qué, puede uno preguntarse, siendo el primer documental de larga duración en la historia-, pero eso no le resta ni un ápice de poesía a los picos líricos que alcanza la fotografía en esa escena inicial. Simplemente deslumbrante, como el rostro de Nanook en el primer plano que Flaherty le dedica: todopoderoso, y sin embargo afectuosamente, invitándonos a seguirlo.
(Pela: Flaherty, Robert J., Nanook of the North, 1922).4. Los fuegos artificiales en el bosque en Pieza inconclusa para piano mecánico. En una noche de hipocresía, traición y frustración, los fuegos artificales son el perfecto contrapunto a los silencios y miradas incómodas de los viciosos personajes de esta cinta de Mikhalkov. La escena de los fuegos artificales en el bosque es genial porque primero nos coloca ahí, junto a los actores, en un momento completamete negro y silencioso, y luego nos devuelve a los colores llamativos y las sensaciones fuertes; todo esto con una cámara que marea, que navega a la deriva, que recuerda más a un barco a la deriva en la que los pasajeros se rehusan a aceptar su destino inevitable al fondo del mar. Pelas de Mikhlakov aun siguen en cartelera, gracias al Festival de Cine de Lima. Luego de ver esta pela, estoy seguro de que todas valen la pena. (Palabras del director: "¿Qué más puede ofrecer un artista que ha visto lo absurdo del mundo, que no sea su propio amor?" ). Me emocionó mucho verla porque sentí que había descubierto un nuevo mundo. Gracias Ese Landolt.
(Pela: Nikita Mikhalkov, Pieza inconclusa para piano mecánico, 1977).

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