Manifiesto kantista - Parte II
En esta segunda parte de mi heroica manifestación como kantiano quiero concentrarme en mi motivación personal, o mucha de mi propia interpretación, o también, dicho en términos más simples y sensatos: en lo que yo pienso al respecto (porque de esta forma, no me puedo equivocar, hoho).
Así, teniendo que empezar (obviamente) por algún lugar, diría que lo que me atrajo inicialmente a Immanuel Kant, allá por el 2004 (curso de Ética con el venerable Miguel Giusti), fue esta pretensión de universalidad que hay en la moral. Me resultaba contraintuitivo considerar que no fuese posible establecer principios éticos comunes a todos los seres humanos. Ahora, este punto es sin duda altamente controversial. Mucha gente, entendiéndolo mal, piensa en algo así como que si aceptamos eso, entonces todos se tienen que vestir de la misma forma, y cosas por el estilo, y entonces la multiculturalidad se ve amenazada. Pero nada justamente más lejano a eso. La universalidad kantiana, si bien pone límites (y por eso cae pesada a muchos), sirve justamente de principio garantizador de esta multiculturalidad.
Me explico. La universalidad kantiana no consiste en poner un número de normas o reglas positivas, sino que pone exclusivamente una (el imperativo categórico), y esta consiste en que, para que algo sea moral (bueno), tiene que ser universalizable. Ahora, si me han seguido, parecería que he dicho algo tan irrelevante como que su universalidad consiste en que hay que universalizar. Pero justamente es en esta capacidad de universalizar racionalmente teniendo en cuenta a los demás que radica la posibilidad del ser humano de actuar moralmente.
Ahora, si bien a lo largo de la historia hasta nuestros días, en muchas culturas se considera, por ejemplo, moralmente bueno vestir de tal forma, o no comer ciertas cosas, Kant consideraría que estas costumbres no entran en el ámbito de la moral, pero eso no las hace desechables en lo más mínimo.
Otro punto importante que personalmente me atrae muchísimo es el carácter existencial de la moral kantiana. Si bien Jean Paul Sartre, en ese librillo de divulgación titulado El existencialismo es un humanismo le hace una crítica a Kant diciendo que el imperativo categórico de por sí no te dice nada en una situación difícil, y nos relata la historia de un alumno suyo que durante la guerra había perdido a sus hermanos y quería vengarlos enlistándose en el ejército, pero que, a la vez, sabía que su madre, que ya había perdido a varios hijos, no soportaría verlo irse, y moriría si fuera ese el caso. Entonces, ¿cómo la formulación del imperativo categórico “Actúa de tal forma que puedas querer que la máxima de tu acción, se convierta en ley universal” te ayuda en una situación así?
Justamente Sartre responde él mismo la pregunta: el imperativo categórico no te da una respuesta a priori, pero está bien porque que no funciona así. No tiene por qué hacerlo. No es un equivalente a los 10 mandamientos, o legislaciones universales de ese tipo, que de alguna forma te dan la seguridad antes del actuar. El imperativo categórico no es una legislación universal, es más bien reconocer nuestra posibilidad de autolegislar universalmente en nuestras vidas, labor que no tiene por qué ser fácil, y menos aún en situaciones tan difíciles como la que el filósofo francés nos relata.
De esa forma, porque somos seres humanos quevivi mos en un mundo contingente, el carácter existencial de una ética que “no te la pone fácil”, llevándote de la mano, sino que más bien te deja el trabajo sucio (pensar por ti mismo) es, a mi parecer, innegable.
Bueno, ya me extendí demasiado sin quererlo, lo que me motiva a detenerme, pero no sin antes prometer entradas futuras sobre el tema. Ah, y para que vean que el kantismo “permite” (¡horror!) aunque sea un poquito de humor, los dejo con esta caricatura que encontré por ahí, y que estoy seguro los hegelianos apreciarán particularmente:
Así, teniendo que empezar (obviamente) por algún lugar, diría que lo que me atrajo inicialmente a Immanuel Kant, allá por el 2004 (curso de Ética con el venerable Miguel Giusti), fue esta pretensión de universalidad que hay en la moral. Me resultaba contraintuitivo considerar que no fuese posible establecer principios éticos comunes a todos los seres humanos. Ahora, este punto es sin duda altamente controversial. Mucha gente, entendiéndolo mal, piensa en algo así como que si aceptamos eso, entonces todos se tienen que vestir de la misma forma, y cosas por el estilo, y entonces la multiculturalidad se ve amenazada. Pero nada justamente más lejano a eso. La universalidad kantiana, si bien pone límites (y por eso cae pesada a muchos), sirve justamente de principio garantizador de esta multiculturalidad.
Me explico. La universalidad kantiana no consiste en poner un número de normas o reglas positivas, sino que pone exclusivamente una (el imperativo categórico), y esta consiste en que, para que algo sea moral (bueno), tiene que ser universalizable. Ahora, si me han seguido, parecería que he dicho algo tan irrelevante como que su universalidad consiste en que hay que universalizar. Pero justamente es en esta capacidad de universalizar racionalmente teniendo en cuenta a los demás que radica la posibilidad del ser humano de actuar moralmente.
Ahora, si bien a lo largo de la historia hasta nuestros días, en muchas culturas se considera, por ejemplo, moralmente bueno vestir de tal forma, o no comer ciertas cosas, Kant consideraría que estas costumbres no entran en el ámbito de la moral, pero eso no las hace desechables en lo más mínimo.
Otro punto importante que personalmente me atrae muchísimo es el carácter existencial de la moral kantiana. Si bien Jean Paul Sartre, en ese librillo de divulgación titulado El existencialismo es un humanismo le hace una crítica a Kant diciendo que el imperativo categórico de por sí no te dice nada en una situación difícil, y nos relata la historia de un alumno suyo que durante la guerra había perdido a sus hermanos y quería vengarlos enlistándose en el ejército, pero que, a la vez, sabía que su madre, que ya había perdido a varios hijos, no soportaría verlo irse, y moriría si fuera ese el caso. Entonces, ¿cómo la formulación del imperativo categórico “Actúa de tal forma que puedas querer que la máxima de tu acción, se convierta en ley universal” te ayuda en una situación así?
Justamente Sartre responde él mismo la pregunta: el imperativo categórico no te da una respuesta a priori, pero está bien porque que no funciona así. No tiene por qué hacerlo. No es un equivalente a los 10 mandamientos, o legislaciones universales de ese tipo, que de alguna forma te dan la seguridad antes del actuar. El imperativo categórico no es una legislación universal, es más bien reconocer nuestra posibilidad de autolegislar universalmente en nuestras vidas, labor que no tiene por qué ser fácil, y menos aún en situaciones tan difíciles como la que el filósofo francés nos relata.
De esa forma, porque somos seres humanos que
Bueno, ya me extendí demasiado sin quererlo, lo que me motiva a detenerme, pero no sin antes prometer entradas futuras sobre el tema. Ah, y para que vean que el kantismo “permite” (¡horror!) aunque sea un poquito de humor, los dejo con esta caricatura que encontré por ahí, y que estoy seguro los hegelianos apreciarán particularmente:
2:54 p. m.
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Etiquetas:
Filosofía,
Immanuel Kant,
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1 comentarios:
Sabes que comparto contigo el cariño y la aceptación por el Inmanuelito. Como tu dices, no hay cosa más dificil que la libertad kantiana debido a que te obliga a pensar por ti mismo.Esto a muchos les da "flojera", por eso solo buscan leyes aplicables a cualquier caso, de modo que les evite tanto el ejercicio de pensar como el de ser totalmente responsables por las consecuencias de sus actos.
Para ser kantiano hay que tener huevos pues, o en todo caso ser tan TRU como yo =)
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