Cuento (in)moral
Desconozco el estado moral actual de un país tan complejo, tanto histórica y socialmente, como lo es Corea del Sur. En todo caso, el cine siempre es un buen medio para alcanzar culturas lejanas. Digo esto porque la visión de una reciente película surcoreana me ha dado muchas intuiciones y sentimientos para considerar. En otro palabras, me ha gustado mucho.
Woman is the future of man es el curioso título de una reciente (aunque no la más reciente) película de Hons sang-soo. Lanzada en el 2004, su actualidad es aun palpable. No digo esto porque conozca los muchos matices de la sociedad sucoreana, sino porque estoy convencido de que toda buena historia, desde su particularidad, puede revela una dura y patente universalidad. Las referencias que tenía a dicho director, hasta este miércoles, no eran más que de segunda mano. Ha sido un gusto descubrir que los halagos no estaban de más. Espero, sueño mejor dicho, poder acceder a más obras suyas, aunque sé que será difícil dado que, bueno... vivo en esta provincia llamada Lima.
El tema es simple. Un estudiente de cine regresa a Corea del Sur luego de haber pasado un tiempo en una universidad gringa. Inmediatamente se pone en contacto con un amigo del pasado, para finalmente completar el cuadra con una antigua amante de los dos. No mucho más pasa en la cinta. El estilo, para ponerlo en dos palaras, es cinema verité: una cámara intrusa en las aburridas y opacas vidas de sus protagonistas. No pude evitar pensar en el cine de Rohmer.
La primera cinta de Rohmer que vi, ahí por el 2004, fue Pauline en la playa, del 83. Desde entonces no he podido olvidarla. En esa cinta, cinco personajes, de diferentes edades y valoraciones morales, se reunen e interrelacionan en una playa durante un corto verano. Cómo olvidar las discusiones sentimentales de Pauline y su tía, sentadas en una mesa de playa, bajo un día espléndido y un jardín rebosante de color. Cómo olvidar al pretendiente de la tía acerarse a la adolesecente Pauline mientras esta dormía, soprendido de la ya cada vez más evidente sensualidad de la misma.
Una de las series de películas que Rohmer sacó en esos años se tituló Cuentos morales. Me parece un nombre brillante. Es extráido de la tradición literaria fracesa y revela perfectamente la intención de Rohmer. La moral, la ética, no tienen por qué ser necesariamente "buena".
Moral y ética son términos cuyas raíces, la una griega, la otra latina, se acercan a lo que en español sería costumbre, hábito. Las historias de Rohmer son sobre costumbres, sobre personas, sobre los hábitos demasiado cambiantes de las mismas. Más que contar una gran historiaa, son ensayos de ideas, de intuiciones. Sus personajes, perfectamete desarrollados, son medios para revelar asuntos menos particulares. El desvelamiento de una moral personal (sea "buena" o cínica) es una tarea difícil, y creo que Rohmer lo logra, al captar cortes, momentos de las siempre volubles vidas volitivas de las personas. En el cine de Rohmer los personajes pelean, se amistan, tiran, inicias relaciones, profieren largos discursos sinceros sólo para luego contradecirse ellos mismos. Sus personajes hablan, por sobre todo, hablan. Es delicioso ver a una persona revelando su ser ante un interlocutor, sólo para despúes verla hacer algo completamete inconsistente con lo dicho. Este fascinante matiz humano lo encuentro también en Hong sang-soo.El interés de Rohmer son las personas. Más que innovaciones narrativas o visuales, la apuesta estética es ponernos cara a cara con humanos, demasiado humanos, que saben tanto de sí mismos como nostros, espectares eventuales. Lo que durante su breve estancia en la playa Pauline aprendió fue que las personas son tan volubles como incoherentes, que los "adultos" dicen saber muchas cosas, pero estas quizás sean ciertas sólo durante el momento en que son dichas.Exactamete lo mismo padecen los personajes de Woman. Sus actos no se siguen de lo que ellos mismos llaman sus sueños o ideales. Parecen más preocupados por el inmediato placer que por la permanencia.
Es lógico que sea así, pues tanto Corea del Sur como gran parte del mundo "occidental" está poniendo en tela de juicio sus valores tradicionales. Este es un proceso importante, necesario, pero tndría que ser también constructivo no sólo destructivo. Tanto Hong como Rohmer parecen estar llamando la atención sobre que eliminar prejuicios no es lo mismos que elimiar normas morales. Las personas "modernas" pretenden descreer de imperativos, pretenden ser sensualistas y hasta cínicas. Algo está mal en ese cuadro. Y la cámara de Hong sang-soo está estratégicamete ubicada para captarlo.
Cierto es que la fotografía de Rohmer siempre ha estado preocupada por los bellos paisajes, ambientes y por sus bellos personajes. Lo mismo no podría decirse de Hong. Su fotografía es sugerente de otra manera, de una forma más fría, seca, casi incómoda. Creo que eso es más a tono con los temas que trata. Quizás Hong sea más cínico en sus apreciaciones que Rohmer. Quizás el mundo mismo sea más cínico de lo que fue hace veinte años. Por suerte, Hong está ahí para señalarnoslo.
No doy detalles sobre el argumento porque los intersado aun pueden verla, este viernes en el ciclo Autores contemporáneos de la Universidad de Lima.
Woman is the future of man es el curioso título de una reciente (aunque no la más reciente) película de Hons sang-soo. Lanzada en el 2004, su actualidad es aun palpable. No digo esto porque conozca los muchos matices de la sociedad sucoreana, sino porque estoy convencido de que toda buena historia, desde su particularidad, puede revela una dura y patente universalidad. Las referencias que tenía a dicho director, hasta este miércoles, no eran más que de segunda mano. Ha sido un gusto descubrir que los halagos no estaban de más. Espero, sueño mejor dicho, poder acceder a más obras suyas, aunque sé que será difícil dado que, bueno... vivo en esta provincia llamada Lima.
El tema es simple. Un estudiente de cine regresa a Corea del Sur luego de haber pasado un tiempo en una universidad gringa. Inmediatamente se pone en contacto con un amigo del pasado, para finalmente completar el cuadra con una antigua amante de los dos. No mucho más pasa en la cinta. El estilo, para ponerlo en dos palaras, es cinema verité: una cámara intrusa en las aburridas y opacas vidas de sus protagonistas. No pude evitar pensar en el cine de Rohmer.
La primera cinta de Rohmer que vi, ahí por el 2004, fue Pauline en la playa, del 83. Desde entonces no he podido olvidarla. En esa cinta, cinco personajes, de diferentes edades y valoraciones morales, se reunen e interrelacionan en una playa durante un corto verano. Cómo olvidar las discusiones sentimentales de Pauline y su tía, sentadas en una mesa de playa, bajo un día espléndido y un jardín rebosante de color. Cómo olvidar al pretendiente de la tía acerarse a la adolesecente Pauline mientras esta dormía, soprendido de la ya cada vez más evidente sensualidad de la misma.
Una de las series de películas que Rohmer sacó en esos años se tituló Cuentos morales. Me parece un nombre brillante. Es extráido de la tradición literaria fracesa y revela perfectamente la intención de Rohmer. La moral, la ética, no tienen por qué ser necesariamente "buena".
Moral y ética son términos cuyas raíces, la una griega, la otra latina, se acercan a lo que en español sería costumbre, hábito. Las historias de Rohmer son sobre costumbres, sobre personas, sobre los hábitos demasiado cambiantes de las mismas. Más que contar una gran historiaa, son ensayos de ideas, de intuiciones. Sus personajes, perfectamete desarrollados, son medios para revelar asuntos menos particulares. El desvelamiento de una moral personal (sea "buena" o cínica) es una tarea difícil, y creo que Rohmer lo logra, al captar cortes, momentos de las siempre volubles vidas volitivas de las personas. En el cine de Rohmer los personajes pelean, se amistan, tiran, inicias relaciones, profieren largos discursos sinceros sólo para luego contradecirse ellos mismos. Sus personajes hablan, por sobre todo, hablan. Es delicioso ver a una persona revelando su ser ante un interlocutor, sólo para despúes verla hacer algo completamete inconsistente con lo dicho. Este fascinante matiz humano lo encuentro también en Hong sang-soo.El interés de Rohmer son las personas. Más que innovaciones narrativas o visuales, la apuesta estética es ponernos cara a cara con humanos, demasiado humanos, que saben tanto de sí mismos como nostros, espectares eventuales. Lo que durante su breve estancia en la playa Pauline aprendió fue que las personas son tan volubles como incoherentes, que los "adultos" dicen saber muchas cosas, pero estas quizás sean ciertas sólo durante el momento en que son dichas.Exactamete lo mismo padecen los personajes de Woman. Sus actos no se siguen de lo que ellos mismos llaman sus sueños o ideales. Parecen más preocupados por el inmediato placer que por la permanencia.
Es lógico que sea así, pues tanto Corea del Sur como gran parte del mundo "occidental" está poniendo en tela de juicio sus valores tradicionales. Este es un proceso importante, necesario, pero tndría que ser también constructivo no sólo destructivo. Tanto Hong como Rohmer parecen estar llamando la atención sobre que eliminar prejuicios no es lo mismos que elimiar normas morales. Las personas "modernas" pretenden descreer de imperativos, pretenden ser sensualistas y hasta cínicas. Algo está mal en ese cuadro. Y la cámara de Hong sang-soo está estratégicamete ubicada para captarlo.
Cierto es que la fotografía de Rohmer siempre ha estado preocupada por los bellos paisajes, ambientes y por sus bellos personajes. Lo mismo no podría decirse de Hong. Su fotografía es sugerente de otra manera, de una forma más fría, seca, casi incómoda. Creo que eso es más a tono con los temas que trata. Quizás Hong sea más cínico en sus apreciaciones que Rohmer. Quizás el mundo mismo sea más cínico de lo que fue hace veinte años. Por suerte, Hong está ahí para señalarnoslo.
No doy detalles sobre el argumento porque los intersado aun pueden verla, este viernes en el ciclo Autores contemporáneos de la Universidad de Lima.
11:44 a. m.
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1 comentarios:
qué buenas son las japonesas... y las francesas.
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